viernes, 10 de agosto de 2012

Carteles Mexicanos



MEXICO (AP) — Cuando fueron capturados "El Comegusanos" y "La Rata", llevaban cinco granadas y aproximadamente un millón de dólares en efectivo. A "Basura" lo agarraron tratando de extorsionar a conductores de autobús, según la policía, y "La Puerca" era notorio por la manera como mataba a sus enemigos. Se dice que "El Vago" calcinaba a sus víctimas y las enterraba en fosas clandestinas.
A medida que la violencia empeora en la guerra por las drogas en México, los apodos de los capos mafiosos se han vuelto más sombríos, reflejo de su actitud impersonal y casi industrial hacia la violencia.
Ya no hay apodos como "El Rey" (Jesús Zambada García), "El Señor de los Cielos" (Amado Carrillo Fuentes) o "El Jefe de Jefes" (Arturo Beltrán Leyva), quienes están muertos o presos. Los capos de rango mediano llevan ahora nombres como "El Mataperros". Ese era el de Baltazar Saucedo Estrada, presunto líder del cartel de los Zetas.
Según expertos, la muerte o captura de los capos ha dejado a matones de menor rango a cargo del negocio criminal, inclinados hacia actos más brutales como matanzas y desmembramientos. En vez de matar a los enemigos por dinero o territorio, muchos de los narcotraficantes de hoy, especialmente los Zetas, consideran que matar gente es parte de la empresa, algo necesario para imponer su voluntad sobre la población.
"Lo que estamos viendo es un apodo distinto que refleja una manera distinta en la que los criminales se identifican y a las nuevas formas de violencia", comentó Martín Barrón, experto en criminología del Instituto Nacional de Ciencias Penales de México.
México ya había sufrido bastante de la narcoviolencia a partir de la ofensiva del gobierno contra el crimen organizado en 2006. El baño de sangre se ha intensificado y se ha vuelto parte de la vida diaria, especialmente con crímenes que enfatizan la cantidad de muertos. La atrocidad más reciente ocurrió en mayo, cuando 49 cadáveres fueron arrojados al lado de un camino en el norte de México sin cabezas, brazos ni piernas.
"Estamos viendo una violencia cada vez más bestial ... en que la otra persona es deshumanizada", comentó Barron. "Ya no importa qué le haces o no haces a otra persona".
Saucedo Estrada, ("El Mateperros"), supuestamente ordenó a sus secuaces prenderle fuego a un casino en Monterrey el año pasado como castigo a los propietarios por negarse a pagar extorsión. Murieron 53 personas, y Saucedo Estrada fue arrestado ene enero. No se sabe por qué se llama así: los narcotraficantes suelen tildar de "perros" a los enemigos o a la policía, y se dice que a los jóvenes reclutas se les obliga desmembrar perros como práctica para luego hacerlo con seres humanos.
Otro capo de rango medio de los Zetas, William de Jesús Torres Solórzano, alias ("El Comegusanos"), era supuestamente el encargado de finanzas del cartel. Es posible que su apodo vino del entrenamiento extremo a que los criminales son sometidos, parecido al de los comandos guatemaltecos Kaibil, en que los reclutas tienen que comer insectos a fin de sobrevivir en la jungla.
"La Puerca" (Manuel Fernández Valencia) al parecer era cercano a Joaquín "El Chapo" Guzmán y su sobrenombre al parecer se debe a la manera "puerca" en que mataba a sus adversarios. También se le conocía como "El Animal".
El nuevo estilo de apodos refleja "cierto cinismo, como burla", expresó Pedro de la Cruz, profesor de temas de seguridad en la Universidad Nacional Autónoma de México.
"Estos sobrenombres reflejan el hecho de que ellos mismos no se toman en serio", como hacían capos anteriores, que eran sujetos a códigos de conducta y pertenecían a clanes familiares tipo mafia, con normas de complicidad y obediencia, dijo de la Cruz.
Más escalofriantes son los sobrenombres que nadie se atreve ni a pronunciar por lo peligroso que son, expresó Barrón.
Mauricio Guizar, presunto capo de los Zetas en el sur de México, quien fue arrestado en julio, era "El Amarillo", al parecer por su tez. Pero la marina mexicana sostiene que muchos simplemente le llamaban "El Color" porque estaba prohibido pronunciar su nombre.
En regiones como Tamaulipas, en la frontera con Estados Unidos, nadie siquiera habla de los Zetas. Se hace referencia oblicua al grupo llamándolo "La Letra" o "La Ultima Letra".
"En algunas partes de Tamaulipas, si tú compras un periódico que vale siete pesos y te cobran diez, te dicen 'los otros tres pesos son para 'La Compañía'. Ni siquiera mencionan al cartel", dijo Barron.
Por supuesto, hay algunos criminales que usan apodos simplemente extraños.
En junio fue capturado en Chihuahua José Guadalupe Rivas, presunto capo del cartel La Línea, que dominaba las ciudades de Juárez y Chihuahua. Rivas, que al parecer supervisaba la distribución de drogas y la red de comunicaciones de esa banda, tenía el nombre de "Zucaritas".
En mayo en Jalisco, fueron arrestados varios gatilleros del cartel La Familia, entre ellos uno que se hacía llamar "El Mofles" (Gerardo Fernández Covarrubias) y otro con el apodo de "Yogurt".
Juan Abelardo Hernández, experto en cuestiones culturales en la Universidad Panamericana, dijo que el personaje de "El Guasón" en las películas de Batman posiblemente inspiró una nueva generación de narcotraficantes ávidos de tener un sobrenombre irónico. De hecho uno de los sospechosos de la matanza de siete personas en Morelos en el 2011, César Galindo, se hacía llamar "El Guasón".
Hernández dice que los matones de hoy, por lo general jóvenes de veintitantos años, posiblemente estén usando los nombres que usaban cuando eran chicos en juegos de internet, en lugar de algo que indique su rango o su trabajo en la organización criminal.
La idea no es tan descabellada, considerando que los carteles han demostrado ser expertos en los medios electrónicos, colocando videos de sus crímenes en blogs, sitios sociales y sitios de videos.
"Es una generación distinta", dijo Hernández, "una que busca personalidades alternas, imágenes en la red, personajes o avatares".

domingo, 10 de junio de 2012

Los psicópatas del poder



Según un estudio, el 4% de los CEOs son psicópatas. El rol de los megalómanos en la crisis y la enfermedad de los que mandan. 
Por Nicolás Artusi 

Con un desproporcionado sentido de la autoestima, son grandes promotores de sí mismos: roban los méritos ajenos, tienen tendencias megalomaníacas, esconden sus emociones y mienten descaradamente. Según la helada descripción clínica, son psicópatas: "Personas cuya conducta es amoral y antisocial que se caracterizan por sus acciones impulsivas e irresponsables, encaminadas a satisfacer sus intereses inmediatos y narcisistas, sin importar las consecuencias sociales, sin demostrar culpa ni ansiedad". Pero no están presos o internados: son los jefes más exitosos del mundo. Un estudio comprueba que las personas psicópatas tienen cuatro veces más oportunidades de ocupar un sillón en el directorio de una gran compañía. Si en El aprendiz, el magnánimo Donald Trump te liquidaba con su lapidario "estás despedido", para el empleado tipo la promesa de martirio llegará con otra frase: "Estás contratado".
Un calvario de proporciones bíblicas empezará el día en que tengamos a un psicópata como jefe. Según el libro Snakes in Suits: When Psychopaths Go to Work (gran título: "Serpientes de traje: cuando los psicópatas van al trabajo" ), eso pasa. Seguido. El psicólogo canadiense Robert Hare demostró que el 4% de los ceos son psicópatas clínicos, contra el 1% de la población general. ¿Estamos dirigidos por loquitos? El "psicópata corporativo" se parece menos a Hannibal Lecter que a Patrick Bateman, el ejecutivo demoníaco que Bret Easton Ellis concibió para su novelón American Psycho. En el mundo real, sin rémoras de conciencia, son encantadores ante los ojos ajenos pero brutales en lo privado, se aburren rápido y sus relaciones sexuales se reducen a un ejercicio de dominación. Aunque uno se los imagine entre rejas, escalan posiciones enfundados en trajes pintados. Son pródigos en sus habilidades sociales, encantadores frente al desconocido, implacables ante la debilidad ajena: parecen llamados a ser jefes.
El pilón de tareas que se multiplica a las 6 de la tarde o la mezquindad en el reparto de los francos serán apenas canapés vespertinos para el señor gerente: el estudio La teoría [pdf] de los psicópatas corporativos en la crisis financiera internacional, publicado por el Journal of Business Ethics, afirma que el quebranto mundial estuvo generado por una manga de omnipotentes con gastos de almuerzo pagos a cargo de Lehman Brothers. Si es cierto que Wall Street tuvo ( ¡tiene! ) la mayor concentración universal de psicópatas por metro cuadrado, el que en el barrio era conocido simplemente como "garca" será impiadoso en su misión destructiva como jefe: con el encanto cínico de un Michael Douglas pasado de anfetaminas, aquel tipo simpático que con una sonrisa Colgate todos los días tiene una ocurrencia a última hora, y te cuelga: "No se vaya sin haber terminado".

martes, 5 de junio de 2012

Derechos de los presos aún inexistentes en la Argentina


CELS: prisoners’ rights still absent in Argentina

A view of a prisoners’ mutiny in Villa Devoto prison in 2008.
‘Practices rooted in the dictatorship continue’
by Marcela Valente
ips
Nearly 29 years after the demise of the 1976-1983 dictatorship in Argentina, successive democratic governments have failed to find a humane way of running the prison system. Preventable deaths, torture and appalling conditions for inmates continue to be reported.
“Practices rooted in the dictatorship are still going on in prisons, such as torture, abuse and other mistreatment which must be eradicated,” Paula Litvachky, a lawyer for the Centre for Legal and Social Studies (CELS), said.
Of course, there is no real “continuity” with the seven-year regime that kidnapped, tortured and forcibly disappeared thousands of people, but abuses persist in prisons due to complicity, indifference and lack of accountability and oversight, she said.
Litvachky, head of the justice and security department of CELS, is a co-author of the chapter on prisons in the report titled Derechos Humanos en Argentina – Informe 2012 (Human Rights in Argentina: 2012 Report), presented this month by the NGO.
The chapter, “El modelo de la prisión-depósito. Medidas urgentes en los lugares de detención en la Argentina” (The Prison as Warehouse: Urgent steps for detention centres in Argentina), describes cases of humiliating treatment, torture, beatings, arbitrary transfers, excessive punishment, lack of hygiene and lack of access to healthcare.
In this scenario, CELS censures political and judicial authorities for denying the problem and turning a blind eye, and criticizes “public indifference” to the serious violations of human rights that occur behind bars.
There is structural deprivation of detainees’ rights, not only because of the high level of violence and preventable deaths in prison but also because of deficiencies in healthcare, nutrition and hygiene, as well as overcrowding, the report says.
CELS has long complained that some of the worst human rights violations in the country take place in the Argentine prison system, and especially in the eastern province of Buenos Aires, which holds 50 percent of the total prison population.
In Buenos Aires, the most populous province, there were over 29,000 people in late 2011 incarcerated in facilities designed to accommodate only 18,640 inmates. According to the CELS report, overcrowding in some prisons is so severe that there is only one bed for every three detainees, who have to sleep in shifts.
And in even more extreme cases, convicts sleep on filthy floors, amid nauseating odours, with no water in their cells. In addition, they have no access to healthcare or medicines, and are fed inadequate rations of nutritionally deficient food. In addition to these structural failings, arbitrary treatment and abuse is handed out to prisoners as well as their visiting relatives, to the point that visitors may be forced to strip and undergo body searches. Because of this humiliating treatment, some inmates forgo visits from family members.
Some of the torture methods are the same as those formerly used by the dictatorship on political prisoners, like the “submarine,” the practice of submerging the victim’s head in water to produce a near-death experience.
Prisoners have also reported being forced to take ice-cold showers, receiving beatings with batons or hoses, and being forced to run through the yard naked. Others have testified to being tortured with electric prods on the genitals and other parts of the body.
In Litvachky’s view, the Argentine Senate should urgently ratify the Optional Protocol to the Convention Against Torture and Other Cruel, Inhuman or Degrading Treatment or Punishment, which has already been approved by the Lower House of Congress.
The Provincial Committee for Memory, a body of the provincial government of Buenos Aires, has received 235 complaints of torture in prisons, but only 21 of the victims have testified in court due to fear of reprisals, the report says.
In Unit 51 “Magdalena”, a women’s prison in the city of Mercedes in Buenos Aires province, an inmate suffered a miscarriage after a brutal beating meted out as punishment by a prison guard, according to a complaint in the CELS report.
There have been cases of people being confined in isolation for weeks, although the rules only allow a maximum of 23 hours solitary confinement. “Violent and invasive” body searches are carried out, in which men and women prisoners are required to strip naked and spread their buttocks apart for inspection.
The CELS study draws attention to “the extraordinarily high frequency” of fires in prisons leading to fatalities among prisoners, as well as the large number of suicides and violent deaths attributed to fights between inmates.
“The prison staff decides whether inmates can have visits or make phone calls,” the report says. The guards “destroy inmates’ personal property,” deny them transport to hospital, and arbitrarily transfer them between prison facilities, it adds.
There are also reports of corruption and theft on the part of prison staff, drug trafficking within the prison, arms being smuggled in to inmates, and even cases of prisoners being forced by the guards to make armed sorties to commit crimes.
The denunciations in the CELS study are consistent with the findings of the Report on Human Rights of Persons Deprived of Liberty in the Americas, presented this month by the Inter-American Commission on Human Rights (IACHR).
The IACHR, which is part of the human rights system of the Organization of American States, documents “the high incidence of prison violence” in the region’s detention centres, which it describes as “areas that go unmonitored and lack oversight, in which arbitrariness and corruption have prevailed,” as well as the practice of torture.
Livatchky said that in Argentina, concern is primarily focused on the conditions faced by inmates in the province of Buenos Aires, where high levels of violence persist amidst a lack of oversight and controls.
“We need a sustained policy to reform and oversee the prison system,” said the CELS lawyer. “This is a huge shortcoming of the democratic system.”
In CELS’ view, the prison service should be demilitarized, and a serious debate should be held on the real purpose of the prison system.
So far, some officials and judges committed to change have raised their voices, but only as isolated individuals, Livatchky said.
“Overall, the response is inadequate, and reports of torture are not declining. Serious investigations are needed, to send a strong signal that such practices are no longer tolerated,” she said.